Navegar el océano de la memoria
La voz de Flora Flores en “La carrera imposible”, de Fina Warschaver (*)

por Lorena Cadish

En su artículo “La mirada bizca: sobre la historia de la escritura de las mujeres”, Sigrid Weigel observa astutamente que las mujeres, a diferencia de los pueblos colonizados, “no poseen ninguna memoria colectiva de un modo de existencia independiente del patriarca/colonizador”.[1] Aunque ese concepto de la ausencia de una memoria colectiva como territorio consolidado es verdadero e importante, no incluye nada de la fuerza de la memoria individual de las mujeres. Esa memoria individual es fundamental para la escritura femenina; desde ella, paradójicamente, las mujeres pueden juntarse a su modo desde sus diferencias. Esto puede demostrarse en la comparación de relatos de autoras muy diversas que trabajan, sin embargo, con la memoria individual. Tal es el caso de Fina Warschaver, escritora donde se puede ver también que en muchos cuentos, especialmente en “La carrera imposible”,[2] el tiempo y la memoria son temas clave.

Sin embargo “La carrera imposible” realiza una figuración nada convencional de la memoria. Los pensamientos de Flora Flores, la narradora de Warschaver, no tienen la estructura para formar una sola memoria. Pero su discurso mental tiene la capacidad de transportarla a un mundo muy lejano, lo cual es la esencia y el poder de la memoria.

Para incluir las esferas de la memoria y lo actual en el relato, la autora tiene que cruzar y relacionar estos dos campos cautelosamente. Esos cruces literarios de espacio y tiempo son el enfoque del análisis literario del teórico ruso Mijail Bajtín. En su artículo “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela: Ensayos de poética histórica”, Bajtín llama a esos cruces cronotopos y los define como: “la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura”.[3] Este tipo de fenómeno, se podría decir, aparece en la obra de Warschaver.

En “La carrera imposible”, Fina Warschaver usa una suerte de “zoom” para transportar al lector textual dentro de la mente de su protagonista excéntrica, Flora Flores. Los cambios afuera y adentro de la mente de la narradora son constantes. Casi cada párrafo empieza con la expresión en boca de Flora: “no tomo, gracias”, y después con la expresión interior “recordar que”. Como la mayoría del cuento enfoca en los pensamientos de Flora, la inclusión del “no tomo, gracias” sirve como un túnel para traer al lector al hall donde tiene lugar la escena. Pero inevitablemente, ese mundo externo se disuelve, dando paso a que la mente de Flora domine la escritura.

Hay otro concepto bajtiniano que se aplica directamente a Warschaver. Si bien su relato “La carrera imposible”, tiene poco que ver con la epopeya, el género que más analizó Bajtín, hay un tema que relaciona el trabajo de Fina con una idea bajtiniana. Bajtín proponía que: “La risa es, precisamente, la que destruye la distancia épica y en general, todo tipo de distancia… En la imagen distanciada el objeto no puede ser cómico; para convertirlo en cómico ha de ser acercado; todo lo cómico es cercano”.[4] Aunque “La carrera imposible” tiene un tema pesado, es innegable la presencia del humor por medio del tono que usa Flora Flores para hablarse a sí misma. Esto produce una cercanía implícita entre ella y el lector.

Según Bajtín, esa “risa” produce una cercanía. Flora es simplemente un ejemplo más de que “todo lo cómico es cercano”. Las palabras de Flora no están ni censuradas ni filtradas. De hecho, sería imposible filtrarlas porque no son palabras habladas, sino palabras pensadas. No es narradora en el sentido convencional, porque no se comunica con el lector a través de una narración. Ella piensa y el lector escucha, lo cual señala una cercanía implícita. El humor está en el reconocimiento de que la mente del lector textual -nuestras propias mentes por extensión- es tan desordenada y desestructurada como la suya; choque que viene por la ausencia de orden y estructura en el texto literario.

Hay varios matices que enriquecen a Flora Flores y contribuyen a postular una cercanía particular con el lector. Warschaver da casi una voz audible a su personaje, como en: “Esta noche las plumas de una almohada herida escapan flotando dentro de mi cabeza”. Por otro lado, la risa aparece cuando el lector se da cuenta de que el “no tomo, gracias” no se refiere al alcohol, sino al café. Finalmente, aparece su aceptación eventual del café después de trece páginas de rechazarlo. Mil pequeños detalles intentan identificar al lector con Flora, entre ellos el uso y sobre-análisis de la frase, “¿Ah, sí?”, “que él haya podido informarle que soy Flora Flores (lo que es verdad) y que tengo una boutique (lo que no es verdad)” o cuando ni siquiera utiliza frases completas. El lector reconoce que mientras un relato suele estar construido por frases completas, su propio cerebro no funciona de esta forma.

Las técnicas del fluir de la conciencia remiten a una vanguardia europea, a James Joyce. Por otro lado, este cuento tiene acentos sumamente propios. Esa voz narradora tan potente, que puede incorporar el humor como parte clave de un cuento serio, que puede fusionar géneros como narrativa y ensayo filosófico, viene “de su propia experiencia femenina”.[5] En el nuevo género, este nuevo verosímil coexiste con la presencia de lo autobiográfico. Puede parecer extraña la mixtura, pero no constituye una excepción a la idea de Bajtín de que “casi todos los géneros nombrados, pertenecientes al dominio de lo <>, se caracterizan por la presencia en ellos, intencionada y abierta de elemento autobiográfico y de memorias”.

Otro factor importante, es que es imposible entender completamente la obra de Warschaver si no se tiene en cuenta su militancia en el Partido Comunista Argentino y el hogar que formó. Sus memorias de la vida desde el margen y sus experiencias domésticas influyen su obra profundamente. Ella reconoció estos aspectos cuando escribió en una carta familiar que “también la Tierra pertenece al océano de la memoria”. Acababa de ver la película Solaris de Andrei Tarkovsky y notó que la película tenía a la memoria como gran tema. Esto era algo evidentemente en común con su propia obra. Hoy nos preguntamos qué hubiera pensado Warschaver de la película holandesa Memorias de Antonia, dirigida por Marleen Gorris en 1995. Gorris comparte con Warschaver la fascinación por la memoria, su impacto en las vidas de las mujeres y la concepción de la circularidad y el ciclo que es fundamental en “La carrera imposible”.

Mientras Marleen Gorris explora cinematográficamente la circularidad del tiempo, Fina Warschaver lo trabaja a un nivel literario. Gorris pone las primeras frases de la película al final, para señalar la realización del círculo de la vida en el sucederse de las generaciones de mujeres. Por su parte, Warschaver termina el cuento con la misma frase que empezó: “El tiempo que no retrocede nunca y la memoria que retrocede siempre entablan-emprenden la carrera imposible”. Igual que Gorris, elige dejar a su protagonista allí donde queda, claro que el fin de la narración es solamente el final de un capítulo. El lector de “La carrera imposible” sabe que Flora Flores ha salido del hall pero sigue actuando y pensando igual que siempre. Sigue “estando al margen”. Ella lo admite: “Siempre lo mismo, como con el café, como con todo. Cuando me ofrecen algo lo rechazo y por aquí no pasa ningún colectivo… Ya es hora de que vaya a abrir mi boutique”.

La hipotética boutique es solamente una entre un gran número de imágenes que la escritura de Warschaver repite para mezclar el sentido de tiempo. Ningún elemento del cuento escapa a la circularidad. Lo general y el detalle del escenario se repiten en las referencias al hall lleno de gente y a las “tacitas como dedales”. La muchedumbre y los individuos se repiten en las referencias de las conversaciones sobre “choques y sus repercusiones mortales”, también insisten los temas del hermano apurado y el de la gente “del margen”, como ella misma, o los miedos extraños como el de que se le caiga el labio (“León me mira. Me mira, como si se me cayera el labio. Eso ya me ha ocurrido una vez. Como el ¿ah, sí?, fue algo involuntario. Y el labio se me cayó”). Además, Warschaver construye varios niveles de esa confusión. Está la confusión del desorden temporal, que está dirigida al lector textual, pero también las numerosas confusiones de Flora Flores en esa situación social, por ejemplo cuando no sabe si la señora con quien habló es la mujer de Saralegui o la psicóloga de Tita, o si son la misma persona.

Esta escritura no solamente coloca al lector textual dentro de la mente de Flora, también trabaja con el retorno constante, el leit motiv, dando a la obra un tono casi musical. Es posible que la calidad musical de la narrativa de Warschaver tenga que ver con la experiencia de la autora como música. El fundamento temporal de su estilo fue percibido por los pocos que la descubrieron en vida. Se dijo de La casa Modesa, por ejemplo, que “sobrecoge por la exactitud de su pintura”[6] y “se trata, en definitiva, de convertir al lenguaje en un camino a través del cual surgirán las imágenes y obsesiones de un tiempo interior, en el cual pasado y presente se hallan íntimamente vinculados”.[7] En “La carrera imposible”, están tan vinculados que es casi imposible para el lector seguir las referencias a años pasados y distinguir cuántas veces Flora estuvo ya en ese hall con esas personas, y en qué año habló con alguien o le dio un libro a León.

Pero esa confusión temporal no suaviza el énfasis en la memoria, al contrario, construye un lector textual cuya conciencia en ese aspecto se incrementa. Durante la escena en que Flora está hablando con León, eso es más evidente: “Yo estoy respetuosamente sentada como una escolar, porque antes él era más viejo que yo y me enseñaba, y aunque ahora somos casi iguales seguimos en el mismo lugar, en la misma relación. Somos dos viejos de los cuales uno es más joven. Pero adoptamos las actitudes del comienzo”. Aquí Warschaver crea el ejemplo ideal para demostrar el poder de la memoria.

A diferencia de otros trabajos femeninos con la memoria, donde la temporalidad se condensa en el sentimiento (como en el relato La querida, de Ana Kazumi Stahl), en “La carrera imposible” la temporalidad depende del pensamiento. Pero no se trata de un pensamiento lógico y organizado, se trata de una corriente de conciencia que tiene la materialidad afectiva de la voz. Si algo es la narradora Flora Flores, es una voz fuerte. La existencia de caracteres definitorios de la narrativa femenina es una cuestión llena de complejidad, pero en este caso sirve acudir a la francesa Hélène Cixous, que escribe: “La feminidad en la escritura creo que pasa por: un privilegio de la voz: escritura y voz se trenzan, se traman y se intercambian…”.[8] La voz de Flora es la protagonista de estas historias. Quizás es su lugar “en el margen” lo que le permite esa fuerza.

El lector textual que escucha la voz fuerte de Flora en “La carrera imposible”, sabe exactamente qué quiere decir ella cuando rechaza el café con “No, Cantón gracias, no”. Aunque no tiene sentido, la escritura ha alcanzado un nivel en que el lector puede entender aun cuando el resto del mundo no puede.


(*)Este trabajo reúne fragmentos de un trabajo mayor realizado por la alumna norteamericana Lorena Cadish en noviembre de 2001, como monografía final para el Seminario de grado Mujeres que escriben sobre ellas mismas. Escritura y subjetividad, dictado en ese mismo año por Elsa Drucaroff en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El trabajo cruzó “La carrera imposible”, de Warschaver, con La querida, de Ana Kazumi Stahl, dos autoras leídas en el seminario, y el film Memorias de Antonia.

(1) Weigel, Sigrid, “La mirada bizca: sobre la historia de la escritura de las mujeres” en Ecker, Gisela (ed.), Estética feminista, Barcelona, Icaria, 1986. La afirmación de Weigel no niega que pueda haber representaciones no patriarcales atávicas que coexistan con las patriarcales, simplemente subraya que no podemos apelar a un pasado independiente en el que tuvimos una cultura consistente perdida, como ocurre por ejemplo con los incas.

(2) Warschaver, Fina, “La carrera imposible” en Hombre-Tiempo, Ediciones del Botero, Buenos Aires, 1973.

(3) Bajtín, Mijail, “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela” en Teoría y estética de la novela. Trad.: Helena S. Kriúkova y Vicente Cazcarra, Taurus Humanidades, Madrid, 1991.

(4) Bajtín, Mijail, “Épica y novela (Acerca de la metodología del análisis novelístico)” en Teoría y estética de la novela. Trad.: Helena S. Kriúkova y Vicente Cazcarra. Taurus Humanidades, Madrid, 1991.

(5) Cf. al respecto Drucaroff, Elsa, “Pasos nuevos en espacios diferentes”, en Drucaroff, E. (dirección), “La narración gana la partida”, incluido en Historia Crítica de la literatura Argentina,Volumen 11, dirección general de Noé Jitrik, Buenos Aires, Emecé, 2000.

(6) La Capital, Rosario, 22, VIII, 1949. Citado en Giudici, Alberto y Nora (ed.), Dossier Fina Warschaver, edición hecha en conmemoración de los 90 años del nacimiento de la escritora.

(7) Soares, Norberto, Acción, 1973. Ibídem.

(8) Cixous, Hélène, “La joven nacida” en La risa de la medusa: Ensayos sobre la escritura. Trad.: Ana María Moix. Pensamiento crítico / Pensamiento Utópico: Barcelona, 1995.